Condemarín,
M. & Medina, A. (2000). La evaluación
auténtica de los aprendizajes. Santiago: Andrés Bello.
Foco de lectura: ¿Qué implica
una evaluación auténtica de los aprendizajes?, ¿cómo se relaciona con la escritura?
La
evaluación auténtica nace en respuesta a la evaluación tradicional, la cual se
considera “un freno para el cambio, porque lleva a los profesores a preferir
las competencias aislables y cuantificables, en desmedro de las competencias de
alto nivel, difíciles de encerrar en una prueba de lápiz y papel y de tareas
individuales” (Condemarín & Medina, 2000, p. 21). En consecuencia, la evaluación
auténtica se centra en evaluar el desarrollo de todas las competencias que los
estudiantes requieren para realizar sus actividades escolares diarias. En el
aprendizaje de la escritura la evaluación apunta a mejorar principalmente la
competencia comunicativa y creativa.
La
evaluación auténtica se caracteriza por ser una instancia destinada a enriquecer
el proceso de aprendizaje de todos los alumnos, lo cual se realiza a partir de
la recolección u observación de sus evidencias de aprendizajes, su análisis, su
comprensión y su retroalimentación. Este proceso sistemático es realizado tanto
por el profesor como por los alumnos y, en el caso de estos últimos, se
constituye como una actividad formadora que aporta a la autorregulación de sus
propios aprendizajes. De esta forma, la labor del profesor es “promover que
sean los propios alumnos los que descubran los criterios de realización de la
tarea” (Condemarín & Medina, 2000, p. 22). Cabe recalcar que la evaluación
auténtica se centra en las fortalezas de los estudiantes, por lo tanto, debe
aportar al alumno el conocimiento consciente de lo que es capaz de hacer por sí
solo y con ayuda.
Otra
característica de la evaluación auténtica consiste en que es parte integral de
la enseñanza, por lo tanto, no se debe separar de las actividades diarias de
enseñanza en la sala de clases. De esta forma se evalúa cuando el estudiante
habla, escucha, lee y escribe un texto. No
obstante, estas no deben ser meras actividades sino que deben ser actividades diversas,
con sentido, complejas y problemáticas. Es decir, situaciones que tengan
un destinatario específico y un
propósito claro.
Por último,
la evaluación auténtica se caracteriza por diferenciarse de la calificación.
Esto conlleva que los alumnos no tengan temor a equivocarse puesto que los
alumnos, al realizar un trabajo calificado, “se sienten permanentemente
inquietos o juzgados y tienden a adoptar
conductas de ocultamiento o de evitación ante ese control, para no correr el
riesgo de mostrar sus dificultades o errores” (Condemarín & Medina, 2000,
p. 25). De esta forma, tanto estudiantes como docente tienen mayor información
sobre el desarrollo de las competencias involucradas en la tarea puesto que se
evalúa tanto el proceso como el producto. Por ende, contribuye a mejorar las
competencias lingüísticas y comunicativas de los alumnos.
Valoración:
El texto de
Condemarín y Medina (2000) invita a los docentes a contribuir realmente al
desarrollo de la competencia lingüística y comunicativa de los alumnos. En este
sentido, existen dos aspectos claves que me gustaría destacar de la evaluación
auténtica de la escritura: su aporte a la autorregulación de aprendizajes y la
promoción del lenguaje como una herramienta.
En cuanto al
primer punto, la autorregulación es indispensable para una buena producción
textual ya que, el proceso de escritura involucra una serie de decisiones
(Flower & Hayes, 1996). Por otra parte, la capacidad de evaluar y
autorregular la escritura está directamente relacionada con la revisión
textual. Por lo tanto, escritores con mayor consciencia de sus fortalezas y
debilidades serán más competentes en la resolución de la tarea de escritura. A
partir de esto, es totalmente necesario que los docentes promovamos estas
habilidades metacognitivas en los estudiantes pues, de este modo, crean
herramientas que les ayudarán a escribir a lo largo de toda sus vidas.
Finalmente y
considerando el segundo punto mencionado anteriormente, la evaluación auténtica
propicia la consideración de la escritura (y el lenguaje en general) como una
herramienta útil para desenvolverse en la vida puesto que considera todos sus
elementos. De esta forma, la competencia comunicativa se configura como una
real competencia y no como habilidades aisladas. Además, la evaluación
auténtica surge a partir de problemáticas reales, donde los alumnos requieren
usar competentemente el lenguaje para darles solución. Es decir, tareas con un
propósito real y no enfocadas a solo obtener una calificación. De esta forma,
el desafío de los profesores consiste en evaluar de forma auténtica los
aprendizajes de los alumnos, de modo que realmente contribuya a mejorarlos.
Referencias
Bibliográficas:
Flower, L.
& Hayes, J. (1996). La teoría de la redacción como proceso cognitivo. En Textos en contexto
n°1. Buenos Aires: Lectura y Vida.